Se dice que en cierta ocasión, cuando César hizo un regalo muy costoso, el que lo recibió dijo que era demasiado valioso. El emperador le contestó que no era demasiado costoso para que lo diera el César. Nuestro Dios es un gran Rey, y le agrada darnos regalos; debemos entonces agradarle pidiéndole grandes cosas.
Fuente: Doscientas anecdotas e ilustraciones, Editorial Moody
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