El señor D. L. Moody, poderoso evangelista laico de los Estados Unidos, por medio de sus labores ganó a muchos miles de almas para Cristo. Su maestro de escuela dominical en Boston, el señor Kimball, hombre de negocios, lo ganó para Cristo. “Me acuerdo”, dice Moody, relatando este hecho, “que llegó mi maestro y se puso tras el mostrador donde yo estaba trabajando, y poniéndome la mano en el hombro, me habló de Cristo y de mi alma, y debo confesar que hasta entonces no había pensado en que tuviese un alma. Cuando me dejó aquel hombre, me quedé pensando: ¡Qué cosa más extraña! He aquí un hombre que apenas me conoce, y llora pensando en que mis pecados pueden llevarme a la perdición, y yo no he derramado nunca una lágrima por todo esto. No recuerdo lo que me dijo, pero todavía hoy me parece sentir sobre mí el peso de aquella mano. Poco después conocí la salvación.” ¿Qué parte tuvo este fiel cristiano, casi desconocido, en la gloriosa obra evangelista?
"Y les dijo: Id por todo el mundo; predicad el evangelio á toda criatura.." Marcos 16:15
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